Javier Blanco Fink. 45 años. Desde Suiza, donde reside desde hace diez años, el moganero Javier Blanco ya prepara la próxima edición del 360º The Challenge, que se celebra entre el 16 y el 20 de noviembre por las montañas de Gran Canaria, en la que espera estar compitiendo por los primeros puestos.
Has participado dos veces en la WAA 360º The Challenge. En 2017 acabaste tercero y en 2020 te viste obligado a abandonar cuando llevabas 170 kilómetros e ibas tercero.
Llegué a Guía, seguí un poco, pero me había reventado dos uñas. Iba bien. Mucho rato estuve primero, luego me cogieron Luca [Papi] y el japonés Goshi Osada. Pero abandoné porque me hice daño en dos uñas y, además, no llevaba la cabeza como en el primer año. Ya íbamos a coger el negocio aquí [un restaurante en Suiza] y los dos meses anteriores estuve súper despistado, no conseguí concentrarme todo lo que pude.
En 2017 sí que te salió una buena carrera.
Sí, salió perfecta. Me lesioné también, corrí 60 kilómetros lesionado porque si no creo que Luca no me hubiera cogido, hubiera seguido con Peter Kienzl que fue quien al final ganó. Además, me perdí tres horas en el barranco de Guayadeque. Con la niebla estuve para arriba y para abajo y ahí fue cuando me cogió Luca. Ese año estaba muy bien.
Dice el dicho que a la tercera va la vencida.
Yo afronto todas las carreras con muchísima ilusión. Llevo dos años sin poder competir por el negocio. Ahora estamos un poco más tranquilos, saliendo de la pandemia y concentrándome más en poder correr. Estuve dos años sin competir absolutamente nada, prácticamente sin entrenar. Llevo desde principio de año empezando a meter kilómetros y ya llevo en las piernas unos 2.000 con 80.000 metros positivos. Estoy con muchísima ilusión y con ganas de llegar a la 360º en el mejor momento de forma posible.
¿Y ganar?
Mi motivación es siempre quedar lo más arriba posible. Voy a competir, mi fin no es terminar una carrera. En tantos kilómetros pueden pasar miles de cosas. El que tú digas: voy a ir a ganarla. Es que, qué difícil es eso. En una carrera tan larga hay muchísimo factores de por medio. La ilusión claro que la tengo.
¿Estás cambiando algo en la preparación de cara a esta edición?
Sí. Ahora estoy entrenando otra vez con Juan María Jiménez Llorens. Llevo ya muchos años con él, lo que pasa es que uno es muy cabezón y muchas veces no haces todo lo que te dice, lo haces a tu manera. Ahora estoy todos los días hablando con él. Estamos trazando todo el plan y la estrategia. Estoy más concentrado que nunca.
En una prueba con más de 200 kilómetros de distancia y más de 15.000 metros de desnivel, ¿qué es más importante, la preparación física, la mental, la nutricional o la orientación?
Todo cuenta. Cuenta prepararte para correr de noche, para correr cansado, la orientación. Ahora estoy siempre saliendo con tracks que no conozco y mirando siempre el reloj. La alimentación, aprendiendo más, intentando comer y bebe a cada rato. Si quieres competir y hacer algo, hay que tomárselo todo muy en serio.
¿Y mentalmente?
La preparación mental es fundamental. En 2020 llegué muy despistado, cometí errores que no había cometido nunca. Tanto que el daño que me hice en las uñas fueron de no amarrarme bien una zapatilla.
¿Cómo se entrena una carrera de más de 200 kilómetros y 15.000 metros de desnivel positivo?
Haciendo en los entrenos todo lo que harías en carrera para ir probando. Todo. Salir a correr de noche o después de trabajar, cansado. Prepararte mentalmente para todas esas situaciones que te puedas encontrar en una carrera tan larga, que puedas correr fatigado, saber cuándo tienes que comer sin olvidarte que no puedes dejar de alimentarte hasta cuando estés cansado. Y también pensar que no todo va a salir siempre tal y como tú te imaginas, tienes que tener plan a, pero también uno b, c y d.
Eres de Mogán, pero resides desde hace diez años en Suiza. ¿Es más fácil entrenar una carrera tan dura como la 360º viviendo en medio de los Alpes?
Si piensas que, por ejemplo, Luca vive en París, no sé qué decirte. A él lo conozco desde hace muchísimos años, llevamos una década compartiendo carreras y siendo amigos. Recuerdo al principio, cuando nos conocimos, que me contaba que hacía desnivel en la escalera que tenía en su casa, donde se ponía a subir y bajar hasta sacar 2.000 ó 3000 metros positivos. Todos los sitios son buenos para entrenar cuando te lo propones, no puedes poner excusas. Está claro que el tener las montañas aquí cerca te motiva y te ayuda. Pero que sea una ventaja o una desventaja, no lo sé. Conozco a corredores que son muy buenos y viven en sitios llanos.
¿Qué te atrae de la 360º?
A mi lo que me gusta es correr. Entre más largo y más agónico, mejor. Y, después, la 360º estás en casa, recorres la isla entera, por los sitios en los que he corrido toda mi vida. Es una relación muy especial la que tengo con la Isla, con la carrera y con la Transgrancanaria en sí. Transgrancanaria, en su momento, me devolvió mi vida. Tuve una época conflictiva, muy problemática. Y descubrí el correr y el trail con la Started hace diez años. El empezar a correr por la montaña me devolvió mi vida. Al año siguiente participé en los 121 kilómetros.
¿Cómo le explicarías a alguien por qué te apasiona esta carrera y las pruebas de ultrafondo?
Mucha gente me pregunta por qué me gustan estas cosas. Pues, yo qué sé, porque lo puedo hacer. Es muy difícil poder explicarle a la gente por qué te gustan las carreras de más de 200 kilómetros sin que te califiquen como un loco. A mí me gusta disfrutar de la naturaleza, me gusta la montaña, me gusta conocerme a mí mismo. Son muchísimos sentimientos. Lo pasé muy mal en algún momento de mi vida y ahora lo llevo todo al máximo.
¿Qué zonas de la Isla recuerdas de tus dos participaciones anteriores?
Muchas. Casualmente, un año antes de que se organizara por primera vez la Transgrancanaria 360º estuve entrenando en la Isla para hacer la Transgrancanaria Classic. Un día nos quedamos en La Culata de Tejeda y salí hacia Mogán. Subí al Roque Nublo y después bajé hacia Mogán y pensé: qué bonito sería poder bajar por aquí en carrera, llegar a mi pueblo, ver a mi gente. Y justo al año siguiente salió en la 360º. Es que –se emociona-. Fue muy especial encontrarme a la gente allí. Y el sitio, la Presa de Las Niñas, la montaña de Tauro, Guirre… es una pasada. Y en esa edición, después al llegar a La Aldea con muchísima gente en la Degollada animándonos, llamándome por mi nombre y Peter, que estaba conmigo, diciéndome que fuera para que viera a mis amigos. ¡Yo le decía que no conocía a nadie! A todo el mundo de La Aldea le estoy súper agradecido porque fue una pasada. Luego la llegada a Tamadaba, el barranco de Azuaje…
La Isla es una maravilla.
Sí, es una pasada. Hay tantos momentos tan especiales. Menos la bajada de Guayadeque, de esa no me quiero acordar. Fatal. El chico que estaba abajo, cuando ya por fin llegué, me dijo: “¿Qué estabas haciendo?”. Él veía aparecer una luz, que desaparecía, volvía a aparecer. No conseguía dar con el camino porque había mucha niebla y estaba cansado.
¿Cómo animarías a alguien que tenga en mente hacer algún día la 360º y no se atreve a dar el paso?
Que va a vivir la mejor experiencia de su vida, eso es indudable. No animo a nadie que no esté preparado. Eso que conste. Son muchos kilómetros sin avituallamiento, hay que ser consciente a lo que te vas a exponer. He visto a gente muy buena pasándolo muy mal bajando del Roque Nublo a Mogán [en 2020]. Hacía mucho calor, mucho tiempo sin agua. Qué se lo pregunten a Fraguela. Y entonces hay que pensárselo mucho. Está claro que es una oportunidad de conocer la Isla, de conocerte a ti mismo; una oportunidad de llevarte al límite y vivir una experiencia absolutamente única en un paraje espectacular.